cubaFoto Suministrada

 

 

 

Quién lo creyera. Se necesitó que un presidente de Estados Unidos llegara a La Habana para que esta ciudad recobrara su esplendor tras 56 años de Revolución. Hoy la capital cubana luce un traje nuevo, colorido, lleno de luces y de abundancia.

La ciudad vieja fue remozada por todos los lugares donde pasarán el rey del imperio y su esposa, Michelle. Las calles han sido pavimentadas; las luminarias, reparadas y encendidas; las fachadas, pintadas, muchos lugares en los cuales reposaron por años escombros y basuras hoy están limpios y podados. Hasta las señales de tránsito brillan en las avenidas y sobre el asfalto.

Y aunque parte de la agenda y muchos de los lugares por los que se movilizará la gigantesca comitiva presidencial están en el más hermético secreto, cualquier cubano sabe que el hombre más poderoso del planeta pasará por su barrio o frente a su casa. Allí un ejército de obreros y de máquinas arregló en pocos días las calles: taparon huecos, desplegaron brigadas para embellecer el barrio pintando muros y paredes envejecidos.

El cambio se empieza a notar desde la salida del aeropuerto internacional José Martí, pasando por la Quinta Avenida, la principal de Cuba, que atraviesa parte de la ciudad desde Jaimanitas -donde está la Marina Hemingway- hasta la ciudad vieja, de la que Barack Obama caminará las calles.

En el centro de la capital cubana hay obras por todas partes. La Avenida El Prado, que cruza el capitolio, una réplica del capitolio de Washington, fue completamente reparada. A su lado está, en su máximo esplendor, el gran Teatro Nacional Alicia Alonso, escenario del principal discurso que el presidente norteamericano dirigirá al pueblo cubano, que será transmitido en directo por la televisión estatal, sin censuras ni previa revisión, según el canciller cubano, Bruno Rodríguez, un hito desde cuando los barbudos tomaron el poder, el primero de enero de 1959.

Unos 2.000 periodistas de todo el planeta han sido acreditados para contarle al mundo sobre la llegada y la estadía de 48 horas del rey del imperio, quien visitará Cuba después de muchos años.

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