El también llamado Dueño del Soneo dio una entrevista exclusiva a un medio boricua luego de varios meses desde su intervención quirúrgica.

Cano Estremera padeció de fibrosis pulmonar. Hoy está en recuperación. (Foto: Facebook/CanoEstremera)
Cano Estremera está agradecido. Está agradecido por seguir con vida, pese a que esté paralítico de la cintura para abajo, luego que se sometiera a un trasplante de doble pulmón para sobrevivir a una fibrosis pulmorar que lo tenía al borde de la muerte.

En el programa La Comay de Puerto Rico, el Dueño del Soneo seguró que el hecho de que no pueda mover las piernas es un efecto secundario que debe aceptar por la condición en la que se encontraba.

“Yo me he recuperado bastante rápido de la cintura para arriba. Lo único que me quedó mal son las piernas que no me funcionan. Estamos trabajando en terapia, haciendo todo lo posible, pero dentro de todo, es una proposición que yo tengo que aceptar. Porque al estar vivo dentro de mis condiciones, el tener efectos secundarios hay que aceptarlos también”.

Entre lágrimas, el intérprete de ‘La boda de ella’ contó cómo fue su proceso desde que le dio pulmonía tras unas presentaciones en Perú, hasta que recibió la noticia de parte de los médicos que tenía que hacerse un trasplante para sobrevivir.

“De un día para otro me cambió la vida completamente. Yo sabía ya que tenía una fibrosis pulmonar que venía atacándome lentamente, pero no pensamos nunca que se iba a acelerar. Implícitamente me fui despidiendo de cierta gente, pero creo que el morirse es una cosa muy personal, que uno no la quiere compartir con nadie. Ya las oportunidades se habían casi ido”.

El cantante nacido en Santurce reveló que en diversos hospitales no aceptaron ingresarlo por una condición suya que complicaba, todavía más, su operación de doble pulmón. Sin embargo, la última luz de esperanza llegó gracias a un fanático que se movilizó por todo el hospital de Pensilvania para encontrar a los médicos que se encargarían del trasplante.

“Este fanático era de Filadelfia. Él se movilizó y me dijo que no me podía dejar morir. Fue y consiguió a la doctora Crespo y al doctor Bermúdez, que fueron los que me hicieron la operación. Cuando se está muriendo uno hace lo que sea, se empeña la licuadora y el televisor, lo que haya que hacer. Y yo les dije que lo hagan, porque yo estuve a punto de rendirme, y yo estaba preparado emocionalmente para eso“.

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