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En el interior del Precinto 292 de la cárcel de Bayamón hay una puerta de metal color gris que se decora en su parte superior con la figura de un gallito amarillo. El arte lo realizaron los estudiantes del Proyecto Piloto de Educación Universitaria para encarcelados del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR-RP). Detrás de la puerta no existen bandos, detrás de la puerta todos son gallitos.
El espacio es pequeño, pero esto no ha impedido que los confinados lo vean como un verdadero salón de clases. Ha sido este lugar el que ha permitido demostrar que la educación no divide, sino que une y libera.
«En este grupo universitario tenemos confinados que son de todos los bandos y ahí no hay bandos, ahí todos son estudiantes universitarios de la Universidad de Puerto Rico», expresó la técnico sociopenal, Gladys Cordero.
Cordero lleva 2 años en la cárcel de Bayamón y su trabajo consiste en ser el enlace del confinado con la sociedad. Su ayuda ha permitido que muchos cambien la perspectiva de estar tras las rejas. «Muchas veces no es hasta que entran a una institución correccional cuando cambian su perspectiva de la educación universitaria, ya que muchos piensan que la universidad es un lugar al que no pueden llegar porque necesitan mucho intelecto», sostuvo.
Han sido los familiares de los reos los que no han podido esconder la emoción: madres, esposas e hijos. Todos celebran y se enorgullecen. La Universidad les ha devuelto la esperanza y ha permitido, aún detrás de los barrotes, que sean personas de ejemplo a seguir. En la cárcel también se ofrecen tratamientos de adicción y muchos reos son referidos a programas de salud correccional para evaluación.
Actualmente son pocos los confinados que se benefician del Proyecto Piloto de Educación Universitaria, ya que muchos no cuentan con estudios superiores y esto limita el acceso. Son las altas sentencias las que impiden que los residentes del precinto 292 se trasladen a otros planteles que sí cuentan con el servicio de educación superior. También es el Departamento de Educación, el cual no ha asignado maestros para que muchos de los confinados puedan completar su cuarto año.
La coordinadora y profesora del proyecto, Edna Benítez Laborde, ha sido pilar importante en este proceso y gracias a su entrega y compromiso en la cárcel se han ganado espacios educativos. Benítez Laborde, de mirada siempre reflexiva y palabras contundentes, recalca lo esencial que se ha vuelto la educación universitaria en la cárcel y el impacto positivo en la población.
«Este tipo de proyecto saca de la invisibilidad a la que es sometida esta población, los ve de carne y hueso. Ayuda a que la sociedad también mire con otros ojos a las personas que en un momento dado fallaron», explicó la profesora de Humanidades.
En las afueras del salón de clases, justo en frente de la puerta de metal gris, hay un Teniente que observa el recorrido. Neftalí Rodríguez tiene 33 años de servicio en la institución de Bayamón e irrumpe en la escena: «Yo estoy orgulloso de este programa, estos confinados han dado un cambio del cielo a la tierra, su disciplina ha cambiado, son más respetuosos, se preocupan más por las cosas que tienen y eso a mí me llena de orgullo…», comentó el hombre quien viste una camisa de botones blanca, un pantalón azul marino y luce varias canas. Al mismo tiempo que recordó que en los inicios sus servicios eran utilizados para lidiar con situaciones difíciles que se manifestaban en el Precinto 292.
En Puerto Rico actualmente existen 36 instituciones penales y un total de más de 10 mil confinados. Esta iniciativa de la UPR-RP busca la rehabilitación del reo desde el espacio educativo y de pensamiento.
«Tenemos que buscar las alternativas, la forma de preservarlo y expandirlo… Yo pienso que este es un proyecto piloto con una población reducida, pero que el impacto ha sido tan fuerte y tan importante que se debería considerar expandir…», manifestó Benítez Laborde.

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