Hace mucho tiempo ya que los dueños de perros y gatos sostienen un debate eterno sobre los «méritos» y bondades relativas a cada tipo de mascota. Que los perros son más compañeros que los gatos, que los gatos son menos problemáticos, que es mejor tener uno o tener otro. Pero ya hace años que la ciencia tomó la posta de la discusión y se ha publicado una gran cantidad de evidencia científica sobre los pros y contras. Pero, para disgusto de un gran número de «fanáticos felinos» los resultados inclinan la balanza hacia el lado de los perros.
En principio, las investigaciones indican que, en comparación con los perros, los gatos no parecen tener el mismo tipo de apego emocional a sus dueños, y muestran un afecto genuino con mucha menos frecuencia de lo que se podría pensar. Además, en países como Estados Unidos son una amenaza ambiental, por los más de mil millones de pájaros muertos cada año, incluso algunas especies en peligro de extinción.
Sin embargo, los resultados más alarmantes y estremecedores son los que indican que un parásito que se encuentra a menudo en las heces de gato puede cambiar, con el tiempo y sutilmente, las personalidades de las personas, aumentando las tasas de neuroticismo, esquizofrenia e incluso de suicidio. Si bien todavía hay opiniones encontradas, una gran facción de la ciencia está indicando que los gatos son seres egoístas, insensibles y ambientalmente devastadores.
Es probable que tu gato no te quiera
Daniel Mills, investigador veterinario de la Universidad de Lincoln en el Reino Unido, es un amante de los gatos. Sin embargo, los experimentos que él y sus colegas llevaron adelante en la clínica de comportamiento animal de la universidad sugieren que los gatos, como un todo, no aman a sus dueños tanto como los aman a ellos, o al menos no de la misma manera que los perros.
Los investigadores adaptaron un experimento clásico, normalmente aplicado a la psicología infantil. llamado «la situación extraña», en el cual un padre se escapa de una habitación mientras un bebé o un niño pequeño está jugando y luego regresa. Luego, el comportamiento del niño al ser abandonado y reunido con el padre se observa y analiza. Este tipo de cosas también se ha hecho con perros varias veces, y los resultados arrojaron que los perros demuestran apego con su dueño, se vuelven más perturbados cuando sus propietarios dejan, e interactúan más cuando regresan.
Por el contrario, los experimentos en gatos de Mills no llegaron a la misma conclusión. En general, los gatos parecen desinteresados tanto cuando sus propietarios salen como cuando vuelven. «Los dueños invierten mucho emocionalmente en la relación con un gato», dijo Mills en una entrevista con la BBC. «Eso no significa que el gato esté invirtiendo en el mismo tipo de relación emocional».
Mientras tanto, otros experimentos llevados a cabo por un par de investigadores japoneses, recopilados por el sitio Vox, proporcionaron pruebas científicas de una situación cotidiana ya conocida por la mayoría de los dueños de gatos: ellos pueden oírte llamar a su nombre, pero simplemente no les importa. Según lo detallado en un estudio publicado el año pasado, los investigadores reunieron a 20 gatos (uno a la vez) y les pasaron grabaciones de tres diversas personas que llamaban su nombre, entre extraños y sus propios dueños.
Independientemente de la orden, los gatos reaccionaron de manera diferente al oír la voz de su propietario (en términos de movimiento del oído y la cabeza, según la calificación de los evaluadores independientes que no sabían qué voz pertenecía al propietario). Sin embargo, ninguno de ellos maulló o realmente se acercó al orador, como si estuvieran interesados en reaccionar al llamado.
Pero ¿por qué los gatos son tan diferentes de los perros de esta manera? Los investigadores especulan que la diferencia puede ser explicada por su historia evolutiva: los perros fueron domesticados hace unos 15 mil años, en comparación con sólo 9.500 años para los gatos. Además, se cree que los perros fueron seleccionados activamente por los seres humanos, mientras que los gatos se «auto-seleccionaron», pasando tiempo cerca de la gente simplemente para comer las ratas que buscan sobras. Esta diferencia -junto con el tiempo extra evolutivo- podría explicar por qué los perros están mucho más interesados en responder a la voz humana.
No, no demuestran afecto
Los amantes del gato probablemente responderán aquí que sus mascotas sí les hacen demostraciones de cariño, ronroneando y frotándose contra sus piernas. Pero hay buenas razones científicas para creer que, la mayor parte del tiempo, este tipo de comportamientos que parecen afecto se llevan a cabo con objetivos completamente diferentes.
Muchos gatos, por ejemplo, se frotan contra la pierna de su dueño (u otro ser humano) cuando la persona entra en una habitación. Es fácil interpretar esto como un signo de afecto. Pero muchos investigadores interpretan esto como un intento del gato de difundir su olor, en otras palabras, marcar un territorio. Las observaciones en gatos semiferales (que fueron domesticados pero viven por sus propios medios) muestran que comúnmente se frotan contra los árboles u otros objetos de la misma manera, lo que les permite depositar feromonas que contienen secreciones que naturalmente salen de su piel.