Entrando en la década de los 30 se tienen más claras algunas cosas de la vida y que por mucho que la vida haya sido divertida en los veinte, siempre se llega al momento de madurar y sentar cabeza, y no sólo en un ámbito de matrimonio, en todos los sentidos. Es necesario comenzar a planear a futuro.
Comparar tu vida con la de otros es algo inútil y cansado. No vale de nada andarse comparando con los demás ni tomar decisiones de la vida basándose en lo que debería ser a cierta edad, es mejor construir hacia adentro y mirándose a uno mismo, nadie más va a vivir la vida por nosotros.
No se debe demostrar nada a nadie. De qué serviría tenerlos a todos contentos si uno mismo se enreda sintiéndose infeliz en medio de tanta apariencia.
No es necesario tener un hombre a lado. Una pareja es una elección, una apuesta consciente y no un deber ser. No se necesita de alguien en la vida para completarla, una mujer no se define a través de otro, ni se pone o quita valor por tener a un hombre a lado.
Todas las tormentas pasan. Por interminables que se hagan, es cierto que el tiempo todo lo cura y deja sólo el aprendizaje y la experiencia.
Basta poco para la verdadera felicidad. Un buen momento con la familia, un gran viaje, la satisfacción del trabajo bien hecho, pasar tiempo de calidad con los amigos, un buen libro, un té, un vino, una conversación, conocer el amor incondicional, pensar en dar antes que en recibir, verlo a él caminar. Cada quien decide que lo hace feliz, pero es real que las cosas más pequeñas y simples a veces son las que llenan y colman más de felicidad.
Nadie aprende en cabeza ajena, pero la edad no sólo da canas y achaques, también brinda aprendizajes, lecciones y lo más importante: recuerdos. No se debe adelantar la etapa a vivir, todas son excepcionales y tienen algo que brindarnos.