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Otra vez se ha encendido el debate sobre desigualdad en Alemania. El Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung (FAS) inició una serie con «controversiales artículos» en torno a la pregunta sobre «qué es lo moralmente reprobable de la desigualdad». La serie incluye un fragmento de Lucha por la distribución, el libro Marcel Fratzscher, jefe del Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW). Para él, la idea del modélico Estado de Bienestar alemán no es más que «una ilusión» y la llamada «economía social de mercado» alemana ya no existe.

El semanario Der Spiegel dedicó también un número al tema, coincidiendo con la publicación del libro. Su tesis: la teoría económica según la cual la desigualdad es parte natural de una economía de mercado que funcione, está agotada. Los economistas siguen considerando que cierta distancia entre grupos mejor y peor ubicados es indispensable para mantener la motivación a producir desarrollo, crecimiento e innovación. Pero, entretanto, muchos consideran que una exagerada desigualdad es perjudicial para la economía.

A más desigualdad, ¿menos bienestar?

Der Spiegel cita un estudio del Fondo Monetario Internacional en más de cien países industrializados y emergentes, según el cual, «la desigualdad creciente se asocia con la disminución del crecimiento de la producción». La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), además, ha cifrado la disminución de la riqueza por esta razón, solo en Alemania, en un seis por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Aunque según el Instituto de la Economía Alemana (IW, cercano a la industria), este tema es «demasiado complejo para verdades sencillas».

Economías con bajo PIB

El análisis muestra, según el IW, que efectivamente la desigualdad puede tener una influencia negativa sobre el crecimiento; pero no en general, sino solo en economías con bajo rendimiento económico, con un PIB de apenas 9.000 dólares per cápita o menos, según las estimaciones de estos expertos. En esos países, alegan, los grupos más pobres de la población están mayormente excluidos de la educación y el sistema social es inestable.

En naciones industrializadas como Alemania la relación entre desigualdad y crecimiento (si es que puede demostrarse) es, por el contrario, más bien positiva, de acuerdo con el IW, pues en estos casos, la desigualdad incentiva el espíritu empresarial y la innovación. Y esto vale, por lo menos, mientras la desigualdad no aumente demasiado. Faltaría precisar a qué se refiere el IW con «demasiado».

Índice estándar de la economía del bienestar

En este punto, el tema se vuelve algo abstracto para los aficionados. Entra en juego el llamado coeficiente o índice de Gini, un índice que lleva el nombre del estadístico italiano Corrado Gini y se emplea para medir la igualdad o desigualdad en la distribución de bienes o ingresos. El coeficiente de Gini es un número entre 0 y 1, donde 0 corresponde a la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y 1 a la perfecta desigualdad (una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno).

El IW calcula que a partir de un coeficiente de Gini de aproximadamente 0,35 es más probable que la desigualdad frene el crecimiento. Con un coeficiente de Gini promedio de 0,32, los países de la OCDE (incluida Alemania, con 0,29) se hallan por debajo del límite estimado por el IW. En Estados Unidos, por el contrario, con casi 0,40, la realidad es menos color de rosa.

Inseguridad social

Según el estudio del IW, la desigualdad creció notablemente en Alemania entre 2000 y 2005, cuando también se tambaleó la economía. De modo que la desigualdad no explica por sí misma la depresión económica, puesto que creció en paralelo y no previamente. Para el IW, la desigualdad no conduce tampoco a una sociedad cada vez más insegura: la preocupación por la situación económica propia y general nunca fue menor que ahora. «Deberíamos parar de intentar hacer sentir insegura a toda costa a una sociedad que no se siente insegura. Esto también podría proporcionar mayor confianza en la integración de los refugiados», sugiere el director del IW, Michael Hüther.

Una investigación del Bundesbank sobre distribución de las fortunas en Alemania en 2014 revela, por su parte, que el 10 por ciento más rico de los hogares alemanes poseían en ese año casi el 60 por ciento de los activos netos. El 50 por ciento menos rico, en tanto, se quedaba apenas con el 2,5 por ciento. El patrimonio medio de los alemanes estimado por este estudio rondaba los 60.400 euros, lo que representa un crecimiento de unos 9.000 euros en relación con 2010.

Desigual distribución de la desigualdad

Alemania queda, en este estudio, peor parada que Italia, donde la fortuna media en 2014 llegaba a más del doble: 138.000 euros. Y eso que los italianos se vieron afectados por su pobre desarrollo económico, con un decrecimiento del 19 por ciento de su fortuna media respecto a 2010. Así que la desigualdad también está desigualmente distribuida en los países industrializados.

Economistas alertan contra el populismo

Los economistas estrella y asesores del Gobierno alemán Lars P. Feld y Christoph M. Schmidt opinan, sin embargo, en su aporte a la serie del semanario FAS, que los datos disponibles de Alemania en torno al tema de la desigualdad muestran una «imagen carente de espectacularidad». Así, valoran el constante debate sobre la creciente desigualdad entre ricos y pobres como una «escandalización» que aparta a la opinión pública «del verdadero problema de la disminución de la fuerza del Estado» para asegurar el desempeño económico futuro del país.

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