¿Nunca te has preguntado qué es y para qué sirve ese conjunto de pelos pequeños que se encuentran encima del globo ocular y tienen forma de virgulilla? Hablamos, evidentemente, de las cejas. Las hay de diferentes tipos, tamaños y densidad. Normalmente, a los que las tienen muy pobladas se les califica peyorativamente de ‘cejijuntos’. Un rasgo común y general de la belleza de nuestra época asume que hay que tenerlas finas y hasta bien peinadas. ¿Crees que lo sabes todo sobre las cejas y su función corporal específica? Seguramente esto te sorprenda.
Un nuevo estudio publicado en ‘Nature Ecology & Evolution’ afirma que todo se debe a la importancia de mejorar la comunicación no verbal. «Tus cejas dicen mucho sobre cómo te sientes», afirma el periodista Mike Wehner en ‘BGR’. «En pocas palabras, a medida que los humanos evolucionaron, la capacidad y necesidad de transmitir emociones sutiles se hizo cada vez más notable. La comunicación no verbal es una herramienta muy poderosa», resume.
Para llegar a esta conclusión, los científicos investigaron un gran número de posibles funciones de las estructuras óseas en la zona de alrededor de los ojos de los primeros homínidos y descubrieron que algunas teorías comúnmente aceptadas eran mentira. Los pueblos prehistóricos que vagaban por la Tierra hace cientos de millones de años eran similares en composición corporal a los humanos modernos, pero hay algunas diferencias notables, especialmente en el cráneo y la cara. Una de ellas es que en lugar de cejas tenían unos ceños óseos prominentes cuya función han estado durante años intentando descubrir.
Esta elevación del hueso -llamada supraciliar- en la zona de las cejas no parecía tener una gran función en la estructura del cráneo, así como tampoco ayudar en el movimiento de mandíbulas a la hora de morder. Por lo tanto, ¿por qué en el transcurso de la evolución esa superficie de hueso arqueada desapareció y en su lugar nos crecieron pequeños brotes de pelo? La respuesta, insospechadamente, está en la emoción.
«Creemos que la conversión de los grandes arcos de la frente de nuestros antepasados inmediatos a un hueso frontal mucho más vertical en los humanos modernos permitió dotar a las cejas de una gran capacidad de movimiento para que pudieran mostrar sutiles emociones de afiliación con los otros y el entorno», escriben los científicos en la investigación. En definitiva, el desarrollo del movimiento de las cejas pudo haber ayudado a nuestros ancestros a forjar vínculos afectivos y amistades. Durante cientos de miles de años, este cambio en la fisonomía del cuerpo pudo haberles otorgado la capacidad de comunicarse de forma no verbal entre sí de una forma pacifica y rehuir la característica hostilidad que presidía toda conexión de intercambio en aras de garantizar la supervivencia de la especie.
Ya desde la antigüedad, las cejas han sido uno de esos elementos faciales a los que se les ha prestado una atención especial en cuanto a belleza física. Las egipcias, por ejemplo, se las depilaban para más tarde dibujarlas con khol, un cosmético formado por calena molida y otros ingredientes utilizado desde la Edad del Bronce (3.500 a.C), con el objetivo de oscurecerse los párpados y protegerlos de la luz del sol. Además de favorecer la comunicación no verbal entre individuos, su función más aceptada es proteger los ojos del sudor, el polvo, la radiación solar u otras agresiones del medio ambiente.