La fiebre es quizás el más característico de los mecanismos de defensa del organismo. Al elevarse la temperatura corporal por encima de 38°C, aumenta en el cuerpo la producción de sustancias destinadas a combatir el problema que la está causando.
Tratar la fiebre de forma natural
Una de las sustancias cuya producción aumenta al subir la fiebre es el interferón, una proteína que produce el organismo y que tiene capacidad antivírica y antibacteriana. Al superarse los 38°C, el interferón se hace hasta tres veces más potente en su actividad.
También se incrementa la producción de linfocitos T, células del sistema inmunitario, hasta veinte veces.
El organismo se depura
Las combustiones internas que se producen en la fiebre destruyen las sustancias morbosas, desintegrándolas y haciendo posible su eliminación a través de los emuntorios orgánicos, es decir, a través del sudor, la orina o la respiración.
Este efecto no solo afecta a los posibles tóxicos de origen bacteriano, vírico, medicamentoso, etc. que acaban de llegar al organismo, sino también a los depósitos de catabólicos orgánicos que llevan tiempo generándose.
Todo ello contribuye a que pasada la fiebre la persona suela recuperar la vitalidad y alcanzar un mayor grado de salud que el anterior al proceso febril.
La fiebre permite al cuerpo centrarse en lo prioritario
La anorexia o falta de apetito característica de la fiebre reduce el gasto energético propio de la digestión y concentra todo el esfuerzo orgánico en incrementar la inmunidad y combatir la agresión, infecciosa o no.
Por eso, el mejor tratamiento para una persona con fiebre es utilizar nuestros recursos terapéuticos para ayudar a cumplir los objetivos que pretende la propia fiebre, hasta hacerla innecesaria.
Las medidas más eficaces de esta estrategia
Si se trata solo de una febrícula, o la temperatura no alcanza los 38°C, se puede adoptar inicialmente una actitud expectante haciendo reposo y dieta líquida a base de caldos vegetales y zumos naturales como el de limón.
En caso de fiebre alta, podemos ayudar, además, con infusiones sudoríficas y relajantes bien calentitas. Entre las sudoríficas puedes recurrir, entre otras, al saúco o al jengibre. Opciones relajantes existen muchas, por ejemplo la tila.
Resulta útil, asimismo, provocar la sudoración abrigándonos en la cama con suficientes mantas. En todos los casos habría que añadir durante el resto del día el aporte de uno o dos litros de agua, según sea la cantidad de orina o sudor eliminados.
Una medida muy eficaz en la mayoría de pacientes con fiebre, sobre todo si el origen de la fiebre es infeccioso, son las lavativas o enemas, aplicadas a temperatura levemente fría. Aparte de refrescar y descongestionar, la limpieza que provocan a nivel intestinal elimina cantidad de residuos y sustancias tóxicas que la mayoría de las veces forman parte del medio ambiente o terreno que alimenta a los virus o bacterias patógenas.
Siendo conscientes de que la fiebre cura, cuando esta se prolonga en el tiempo, o la temperatura es muy alta y la ayuda que hemos prestado no es suficiente, conviene ser prudentes y recordar que necesitamos el diagnóstico médico y la más que probable indicación de antitérmicos.