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Fue la primera vez que reveló su transformación ante el lente de una cámara. Ningún medio antes lo había visto convertirse del agente de la Policía de Puerto Rico, Vladimir A. Ramos Pérez, en el payaso «Polillín». Así lo expresó el propio miembro de la uniformada a su llegada al Salón Caoba del Palacio de Santa Catalina, donde relató sus motivos para recorrer la Isla entera dibujando sonrisas y transformando el entorno de las comunidades.

Puntual. Meticuloso e inquieto. Quien no lo conoce en su faceta de educador jamás entendería porqué este agente, oriundo del Residencial Santiago Iglesias en Ponce, lleva como lema suyo la palabra felicidad.

Ramos Pérez se destaca como uno de los policías con una de las tareas más difíciles a la hora de educar a la ciudadanía en temas de prevención, particularmente cuando se trata de niños y jóvenes adolescentes. Su función en el Negociado de Relaciones con la Comunidad inicia cada día cerca de las 4:00 de la madrugada cuando llega al cuartel general para transformarse en muchas ocasiones y trasladarse a alguna escuela o comunidad junto al programa Juventud de Voluntad Firme.

A sus 37 años de edad rememora con notable alegría y pasión, su primera presentación junto a sus compañeros, pero convertido en su personaje.

«Eso fue para una caravana que hicimos durante la temprada de Navidad, llevando el mensaje en contra de los disparos al aire. No era lo mismo que estuviera allí el agente Ramos, a que estuviera ‘Polillín’ porque el uniforme, que respeto muchísimo, también antes tenía la tendencia de crear cierta distancia entre nosotros y la gente», expresó el policía, quien laboró por más de 11 años en el precinto 362, en el Residencial Monte Hatillo de Rio Piedras.

Sin embargo, la pasión de Vladimir por hacer reir a todo el que le rodea y cambiar una situación negativa en algo memorable, surgió desde temprano en su niñez.

«Cuando yo era chamaquito, cuando me criaba en el residencial, muchas veces me llegaba a pintar de payasito con otro amigo mío y hacíamos ‘sketches’ de comedia en nuestra infancia y ya más adulto pues tuve la inquietud de hacer algo para bregar con los niños. Me gusta bregar con los jóvenes, con la niñez, y me gusta hacer sonreir a los niños», dijo Ramos Pérez.

El padre de dos niñas y un varón añadió que tomó varias clases para aprender sobre el arte de convertirse en payaso y saber cómo vestirse, maquillarse, hacer trucos de magia y a llevar un buen espectáculo que motive a los demás y les haga sonreir. Fue la payasa «Bombita» quien le instruyó en el oficio.

Y así, entre espejos, pinceles, pinturas y coloretes, Vladimir iba dando forma y descubriendo lo que hasta entonces era su secreto mejor guardado por los pasados 9 años. Está acostumbrado a maquillarse entre 4 o 5 veces a la semana, lo que representa para este servidor público una inversión de aproximadamente $100 al mes en materiales para maquillaje y utilería. Su uniforme y sus zapatos, como diría el propio «Polillín»: son otros 20 pesos.

«Pero no hay nada que valore la satisfacción tan grande que uno siente cuando vez el rostro de algún niño o niña que se te acerca y en ocasiones te cuentan cosas muy fuertes que no se atreven decirle a sus padres o a sus maestros. Ahí es que intervenimos con muchas situaciones y al final del día, el saber que has contribuido a salvar una vida, eso no tiene precio», sentenció el agente.

¿Cómo se integra «Polillín» en la labor social y educativa que realiza la Policía de Puerto Rico?

«Yo integré a «Polillín» porque quería hacer algo diferente. En algunas ocasiones veía a otros compañeros dando charlas a los niños en alguna escuela y a veces se iban en un lenguaje muy policíaco. Yo quería llegar de una manera alegre, divertida y con un lenguaje más adecuado para los niños y niñas, y así llevarle un mensaje. Sembrar esa semillita para que quede en los corazoncitos de ellos».

¿Cuál es la característica más sobresaliente de Vladimir que se refleja en «Polillín»?

La sonrisa. Yo soy una persona alegre y me gusta contagiar eso, la alegría. Hay algunas personas que, casi nadie se sonríe uno al otro, un buenos días o buenas tardes. Algunas veces uno lo dice y mucha gente se sorprende, y yo tengo que fomentar la alegría, el compañerismo».

Y, ¿quién hace sonreir a Vladimir o a «Polillín» cuando se tiene alguna situación difícil?

«Como seres humanos tenemos problemas a diario o situaciones que me aquejan en lo que es el plano personal, pero en mi vida, cada día que me levanto yo tomo una decisión. Yo decido ser feliz, y que nada ni nadie me vaya a dañar mi día».

¿Qué piensan tus hijos y tu familia de esta faceta tuya?

«Wow, mis hijos… Mis hijos son mi razón de ser. Cada día, cada vez que me maquillo pienso mucho en ellos. (Hace una pausa para contener el llanto de emoción) Por eso vale la pena levantarse a las 3:40 o a las 3:45 de la mañana a maquillarme porque yo quiero un mejor futuro para ellos. Y cómo, pues la prevención está en la niñez. Para que en el mañana, en 10, 15 o 20 años tengamos una nueva cepa, unos adultos que vivan con valores presentes y los practiquen a diario, no en un momento determinado. Que se respeten, que se amen. Yo quiero una sociedad alegre. No quiero una sociedad deprimida. Y yo creo que por eso vale la pena utilizar esta pintura.

Para su progenitora, según Ramos Pérez, «Polillín» es su payaso favorito. Me apoya y mi familia me respalda porque saben que estoy haciendo algo positivo, algo diferente, llevando alegría, porque siempre fui así desde chiquito».

Y en efecto, hasta para maquillarse hace el proceso más divertido de lo imaginado, pues, Vladimir confesó que siente al personaje dentro de sí llamándolo y decir: «¡Déjame salir, sé tu mismo, cree en tí».

«Pero me tienes que poner música. A «Polillín» le encanta cantar, el baile, él es un payaso muy musical e inquieto. ¡Óyelo, por ahí viene!», manifestó el agente mientras bromeaba y compartía su arte con el personal de la mansión ejecutiva, a donde acudió por primera vez.

Allí reorrió los jardines del palacio y conversó con la primera dama, Wilma Pastrana Jiménez, a quien agradeció la oportunidad de compartir su relato para inspirar a otros jóvenes a realizar sus sueños y a que aporten a un Puerto Rico más sensible y humanitario. También dirigió el tránsito, visitó a sus compañeros de labores en el cuartel de La Fortaleza y hasta sorprendió a varios turistas que tomaban el recorrido guiado, haciéndoles sonreir.

Así es «Polillín«… Es decir, Vladimir.

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