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Una chica de mediana edad a la que llamaremos ‘Anabel’ entra en que un supuesto bar del centro de Madrid. Es lunes por la tarde y hay tanta gente que tiene que apretujarse en la barra junto a otros clientes, la mayoría acompañados.

De repente, capta por el rabillo del ojo a un hombre bastante atractivo, a tres estudiantes y una señora con gafas de distancia. El hombre, como ella, está muy concentrado en su teléfono –tampoco tiene compañía–.

Imaginemos que Anabel está soltera. Imaginemos también que hace mucho tiempo que no tiene una cita y que, además, se acaba de enterar de que aquel compañero del trabajo de quien estaba “secretamente” enamorada es gay.

¿Qué hará Ana? ¿Qué haría usted si fuera ella? ¿Abrirse paso entre la multitud hasta llegar al guapo cliente e intentar iniciar una conversación? ¿Pedirle al camarero de axilas empapadas y cara de pocos amigos que le entregue una nota escrita en una servilleta aceitosa? O gritar directamente de una punta a otra del bar: “¿VI-E-NES MU-CHO POR A-QUÍ?”.

Lo más habitual es que Anabel no se atreva a dar el primer paso, o lo dé solo a medias, y ponga en práctica una de las tácticas de ligoteo pasivo que las mujeres dominan a la perfección. A saber: la mirada de las mil millas, que es, en el fondo, un ejercicio de natación sincronizada en seco donde ella intenta hacer contacto visual sin que se note demasiado, apartando y devolviendo la mirada (las más atrevidas incluyen sonrisas, que todavía los confunden más. «¿Me mira a mí o través de mí?»).

Pasado medio siglo de la época de revolución sexual, seguimos comportándonos como dios manda, o como esperan nuestras madres y abuelas, a menos que las primeras vivieran en una comuna hippie. Y es que las mujeres no suelen tomar la iniciativa para pedir una cita, un teléfono o una sesión de sexo sin compromiso ni flores, o al menos esto aseguran Ellen Fein y Sherrie Scheneider.

Ambas autoras publicaron en 1995 ‘The Rules’, un ensayo sobre los rituales y normas implícitas de seducción entre hombres y mujeres y que 20 años más tarde, proclaman, siguen funcionando casi de la misma manera.

“Las mujeres que piden directamente una cita a un hombre o se muestran abiertamente disponibles no tienen éxito; mientras que aquellas que hacen las duras y misteriosas son las que se llevan al chico”, afirman las autoras, que en 2013 volvieron a publicar otro libro cuyo título es una declaración de intenciones para el cambio generacional: ‘Not your mother’s rules’ (No son las reglas de tu madre).

Factores psicológicos

Hay quien retrocede a la época de las cavernas buscando una explicación a un comportamiento social tan estereotipado. «Ellos son los cazadores y ellas… ‘las presas'», dirá el experto, porque en realidad la función de las mujeres como cuidadoras del hogar y la familia no las convierte en un bisonte a tiro de flecha.

Las investigaciones recientes sobre los factores que afectan a quién toma la iniciativa al comienzo de una relación sugieren que no es únicamente una cuestión biológica, sino sobre todo psicológica, vinculada a la perpetuación de modelos y relaciones de poder a través de la educación.

En este sentido, los investigadores de la Universidad de Columbia y Waterloo Justin Cavallo y Jennifer MacGregor decidieron comprobar si era posible cambiar las reglas del juego manipulando la sensación de control de una mujer cuando inicia una relación.

Estudiaron el comportamiento de 92 estudiantes universitarios y lo que averiguaron es que cuanto más control una mujer siente sobre cómo y cuándo iniciar una relación, más se esfuerza por conseguirla. Las personas, asimismo, que suelen dar el primer paso en el amor, lo hacen en otros aspectos de su vida también.

Volvamos a nuestra protagonista, Anabel, de quien sabemos que empleará el contacto visual para captar la atención de su hombre. Si transcurre algún tiempo sin conseguirlo, tal vez investigue si él tiene perfil en alguna página o app de citas.

¡Sí, ahí, está! Entonces hará ‘match’ sin pensarlo un segundo. En años recientes han surgido numerosas aplicaciones móviles y webs online que devuelven a las mujeres el control del flirteo, como la norteamericana Bumble o la española Adoptauntio.com, donde los hombres están expuestos en escaparates que ellas pueden “comprar” por catálogo.

Sea como sea, tendrá que pasar algún tiempo para que las mujeres abandonen ‘la mirada de las mil millas’ para recorrerlas.

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