Desde hace milenios hemos intentado justificar la salubridad de cualquier vicio que tengamos. Algunos son absolutamente imposibles de defender desde un punto de vista científico, como el tabaco. Pero hay otros, como ‘la copa de vino al día’, que pueden reportarnos auténticos beneficios. De todos modos, no se puede menospreciar la ‘parte mala’ que toda bebida alcohólica contiene: el etanol.

Como explicaban los investigadores J. Fehér y su equipo de la Universidad de Semmelweis, en Budapest, «el vino se ha consumido por sus efectos medicinales desde hace miles de años». Por supuesto, hace tanto tiempo no tenían la tecnología ni el conocimiento para justificar sus ‘efectos beneficiosos’. Dicho de otro modo: no es lo mismo estar bien que sentirse bien, pero el vino hace que nos sintamos muy bien.

«El tinto reducía significativamente los marcadores de inflamación comparado con mujeres abstemias»

De todos modos, ahora ya no hay excusa. Sabemos a ciencia cierta que esta bebida milenaria tiene ciertas propiedades positivas para nuestra salud, y estas son las más notables:

Antioxidante

En importante aclarar que esta característica está mucho más presente en los tintos que en los rosados o los blancos. Esto se debe a que los flavonoides (sustancias que generan las plantas para defenderse) que le otorgan al vino esta cualidad se encuentran fundamentalmente en la piel de la uva y son los que le confieren a esta el color. Así se indicaba en un estudio elaborado por científicos de la Universidad de Cluj-Napoca, en Rumanía.

Los antioxidantes son sustancias capaces de neutralizar a las especies reactivas del oxígeno, también conocidas como radicales libres. Estas son moléculas en las que el ‘gas de la vida’ contiene tanta energía que puede romper y modificar estructuras celulares, pudiendo incluso alterar el ADN. A estos daños se los denomina estrés oxidativo.

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