Desde hace milenios hemos intentado justificar la salubridad de cualquier vicio que tengamos. Algunos son absolutamente imposibles de defender desde un punto de vista científico, como el tabaco. Pero hay otros, como ‘la copa de vino al día’, que pueden reportarnos auténticos beneficios. De todos modos, no se puede menospreciar la ‘parte mala’ que toda bebida alcohólica contiene: el etanol.
Como explicaban los investigadores J. Fehér y su equipo de la Universidad de Semmelweis, en Budapest, «el vino se ha consumido por sus efectos medicinales desde hace miles de años». Por supuesto, hace tanto tiempo no tenían la tecnología ni el conocimiento para justificar sus ‘efectos beneficiosos’. Dicho de otro modo: no es lo mismo estar bien que sentirse bien, pero el vino hace que nos sintamos muy bien.
«El tinto reducía significativamente los marcadores de inflamación comparado con mujeres abstemias»
De todos modos, ahora ya no hay excusa. Sabemos a ciencia cierta que esta bebida milenaria tiene ciertas propiedades positivas para nuestra salud, y estas son las más notables:
Antioxidante
En importante aclarar que esta característica está mucho más presente en los tintos que en los rosados o los blancos. Esto se debe a que los flavonoides (sustancias que generan las plantas para defenderse) que le otorgan al vino esta cualidad se encuentran fundamentalmente en la piel de la uva y son los que le confieren a esta el color. Así se indicaba en un estudio elaborado por científicos de la Universidad de Cluj-Napoca, en Rumanía.
Los antioxidantes son sustancias capaces de neutralizar a las especies reactivas del oxígeno, también conocidas como radicales libres. Estas son moléculas en las que el ‘gas de la vida’ contiene tanta energía que puede romper y modificar estructuras celulares, pudiendo incluso alterar el ADN. A estos daños se los denomina estrés oxidativo.
Por supuesto, el vino tinto es capaz de ponerle freno a esta situación. En un estudio publicado por Michelle Micallef, Louise Lexis y Paul Lewandowski, de las universidades de Newcastle y Victoria, en Australia, se subrayaba que «el consumo de vino tinto aumenta la capacidad antioxidante y disminuye el estrés oxidativo en la circulación, tanto en jóvenes como ancianos».
El estrés oxidativo se ha descrito con anterioridad como un factor de riesgo para determinadas enfermedades como la de Alzheimer y la de Parkinson. En 2018, científicos de la Universidad Federal de Santa María, en Brasil, determinaron una reducción del riesgo de sufrir estas enfermedades entre la población que toma vino tinto.
Antiinflamatorio
Junto con la microbiota y los antioxidantes, es la otra rama de la investigación médica en la que se están centrando más recursos en los últimos años. Esto se debe a que es un proceso fisiológico que se ha relacionado fuertemente con diversas enfermedades graves y ponerle fin es el primer paso para curarlas.
La inflamación juega un papel fundamental en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, trastornos autoinmunes y algunos tipos de cáncer. Para luchar contra ella se suele recurrir a un cambio del estilo de vida de los pacientes, centrándose principalmente en otros tipos de alimentación, aumento de la actividad física y una reducción sustancial de los niveles de estrés.
Como ya hemos señalado con anterioridad en Alimente, existen algunos alimentos determinados que son capaces de reducir la inflamación y se cree que el vino es uno de ellos.
Dos estudios de la Universidad de Borgoña, en Francia, determinaron que otro flavonoide presente en el vino, llamado ‘resveratrol’, es el responsable de las cualidades antiinflamatorias del vino tinto.
Contra el daño oxidativo y la inflamación, el vino tinto puede proporcionarnos auténticos beneficios
Pero el estudio de mayor categoría llevado a cabo con el objetivo de probar si estos efectos descritos del vino son reales es el elaborado por A. Imhof, M. Woodwad y el resto de su equipo de la Universidad de Ulm, en Alemania, en 2004. En él, se entrevistó a 4.461 estudiantes de la universidad y se observó que aquellos que decían tomar un mínimo de 40 gramos de vino al día experimentaban, por regla general, menos inflamación que aquellos que no bebían.
A la misma conclusión llegó un estudio del año 2015 de la Rush University, en Estados Unidos, en la que se demostró en un grupo de estudio compuesto por 2.900 mujeres que el consumo de una sola copa de vino tinto al día «reducía significativamente los marcadores de inflamación comparado con mujeres que se abstenían del consumo de bebidas alcohólicas».
Enfermedades cardiovasculares
El primer punto en el que, científicamente, el vino ‘suspende‘. Por decirlo de otro modo, el vino ha demostrado en algunos estudios reducir la presión sanguínea de personas que la tienen elevada. Pero, como se destaca en un estudio elaborado por investigadores del Centre Hospitalier de Luxembourg, el vino tinto no tiene ningún efecto en las personas que tienen una presión sanguínea normal o levemente elevada, y tampoco en los que ya tienen algún tipo de enfermedad cardiovascular.
Del mismo modo, un ensayo del año 2017 mostró que diversas medicaciones utilizadas para el control y tratamiento de las enfermedades cardiovasculares interactuaban de forma negativa con el alcohol, disminuyendo sus efectos
Como si esto fuera poco, el consumo de alcohol, de cualquier tipo, se ha relacionado con los efectos completamente opuestos: un aumento de la tensión sanguínea y un mayor riesgo de desarrollar enfermedades del corazón.
Otros beneficios
Aunque todavía hace falta una mayor investigación, diversos estudios han relacionado el consumo de vino con los siguientes beneficios:
Microbiota intestinal. Dos trabajos científicos, uno de la Universidad de Aegean, en Grecia, y otro del Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER), en España, han vinculado el vino tinto con el crecimiento de la flora intestinal ‘buena’.
Salud mental. Un estudio elaborado por Miguel Ángel Martínez González, de la Universidad de Navarra, y su equipo determinó que el consumo de una copa de vino de forma ocasional puede tener un efecto beneficioso al reducir el riesgo de depresión. De todos modos, es necesario poner el acento en que el exceso de bebidas alcohólicas de cualquier tipo aumenta el riesgo de enfermedades mentales como la depresión, por lo que la cautela y la moderación serán nuestras mejores armas.