Enlace de Emma Sanchéz de Familias.net
La madre ausente
Algo que a algunos adultos les duele mucho es haber perdido a su madre siendo niños. Porque no existe una persona que no haya necesitado el tierno cuidado que una madre ofrece. Su ausencia en los años de la infancia tarde o temprano se resiente en la vida adulta, y superar o asimilar las consecuencias de su falta resulta complejo e incluso imposible para quienes la han padecido.
Para algunas otras el recuerdo de la madre que ha fallecido tiene que ver con las cosas que hicieron mal cuando ella vivía o los dolores que le provocaron, el no haber podido despedirse de ella en buenos términos y el no haber podido recibir el perdón. Otro caso de madre ausente es cuando ella simplemente se aleja de sus hijos, incluso viviendo con ellos. El silencio, la falta de comunicación, el no relacionarse con los hijos de ninguna manera e ignorarlos por la razón que sea provoca resentimiento entre los vástagos, en especial cuando estos son adolescentes y necesitan más su confianza y aprobación. Una madre que está ausente aún por las más nobles razones que pueda ofrecer, solo está sembrando amargura y separación en la familia.
Muchas madres ancianas se quejan de que sus hijos no les hablan, no las visitan o las tienen recluidas en asilos cuando ellas fueron quienes provocaron que los hijos se alejaran mucho antes de que llegaran a ser mayores.
La mala madre
Una vez, al visitar un huerto familiar, mi anfitriona, una mujer admirable, me mostraba con orgullo cada una de sus plantas. Al señalar una planta muy popular en nuestra región, conocida como “Mala madre”, me animé a preguntarle por qué se le llama así, y dijo: “Porque cuando tiene un ‘hijito’, queriendo decir ‘un brote’, simplemente lo avienta a su suerte”.
En nuestro jardín de seres humanos también tenemos algunas “malas madres”, quienes simplemente han dejado a sus hijos “a su suerte”, los han abandonado, regalado, golpeado, agredido en muchos y en los más variados niveles; han abusado de su intrínseca confianza y amor de niños por su madre. La historia de estos niños marca de manera irremediable su vida de adultos.
La que no puede ser madre
Mi mejor amiga, alguna compañera de trabajo y algunas otras mujeres de mi vida, deseándolo con toda el alma y haciendo todo lo posible con los recursos y medios a su alcance, no han podido o ya no pudieron llegar a ser madres; unas lo manejan bastante bien y se han convertido de forma consciente en segundas madres para sus sobrinos, sus alumnos o cualquier otro pequeño que esté cerca de ellas, mas otras no. A veces con demasiada felicidad les decimos a estas mujeres ¡adopta un niño!, sin saber que dicho trámite llega a ser igual de doloroso cuando los encargados de esto se los niegan. Algunas otras adoptan mascotas como hijos y de alguna manera también son criticadas o juzgadas con dureza, cuando no conocemos toda su historia.