spinnerFoto Archivo

Cuesta dos euros, lo venden en cualquier bazar chino de barrio y un gran número de los escolares españoles de entre 7 y 14 años tienen uno en sus manos en este momento. Hace unas semanas nadie sabía qué era un fidget spinner. Hoy, padres, profesores y especialistas conviven con este juguete al que se le adjudican, no sin cierta polémica, propiedades terapéuticas y antiestrés.

El invento no puede ser más sencillo. Se trata de un artilugio de plástico (el más habitual: los hay de otros materiales) que puede mantenerse girando en los dedos entre 2 y 4 minutos, dependiendo de la energía con la que se impulse. El básico, de tres vértices, es el más vendido, aunque también hay diseños de dos y de cinco puntas. Los hay de colores y estampados, algunos incluso se iluminan. Se trata, en definitiva, de una especie de peonza moderna.

«Los niños no atienden mientras están jugando con ellos y tengo que pedirles que lo guarden cuando están en consulta. Es totalmente contraproducente»
Cristina García, psicóloga infantil
Aún hay mucho desconocimiento entorno a los spinners. Por eso, en ICON nos hemos propuesto analizar las claves de su éxito ayudados por expertos que esclarecen qué hay de cierto en todo lo que se cuenta sobre este juguete.

Mentira: es terapéutico
«Hoy por hoy, vender un spinner como un remedio a trastornos de déficit de atención es fraudulento. Hace falta investigarlo mucho más. Es muy preocupante la tendencia de la sociedad a vender cualquier cosa como terapéutica sin evidencias científicas», argumenta la psiquiatra infantil Beatriz Martinez.

El spinner se vende como juguete terapéutico para niños con déficit de atención e incluso como cacharro antiestrés para adultos. Sin embargo, los especialistas con los que hemos hablado no creen en su capacidad rehabilitadora. «Lograr que un niño con déficit de atención se concentre en algo que se mueve es sencillo, pero no productivo porque no tiene repercusión a largo plazo. El spinner no regula el sistema atencional, que es el que realmente hay que trabajar en estos casos», argumenta Álvaro Bilbao, neuropsicólogo y autor del libro El cerebro del niño explicado a los padres.

Según el especialista, lo que realmente funciona es trabajar el autocontrol, los límites y las normas. «El logro es conseguir que el niño se concentre solo, sin ayuda de un cacharro hipnótico. Una buena forma de incentivar esto en un caso de déficit de atención es animarle a que aguante lo máximo posible quieto, sin ayudarse de ningún estímulo externo, y que vaya superando su marca personal».
«Hay que lanzar mensajes realistas a los padres y no vender remedios milagros que no existen. Yo a mis hijos no se lo compraría. Pero tampoco quiero alarmar: un spinner es totalmente inocuo», señala el neuropsicólogo.

Verdad: es el juguete del momento
Los spinners pueden comprarse en cualquier tienda de barrio y en grandes almacenes, donde empiezan a agotarse. En plataformas de venta online como Amazon o AliExpress el aumento de las ventas de este juguete es espectacular. «Solo en la primera semana de mayo las ventas de spinners en España se han multiplicado por cuatro respecto al pasado mes de febrero. De hecho, los clientes de Amazon.es han comprado estos juguetes un 305 % más en la primera semana de mayo que en el último año y medio», aseguran desde Amazon España.

Pero, ¿a qué se debe tanto furor? El neuropsicólogo Álvaro Bilbao se ha hecho con uno de ellos para tratar de entender el fenómeno: «Yo creo que es entretenido porque no para de moverse y el ruido que hace es bastante hipnótico. Al final estás pendiente de cuándo va a parar de girar».
Verdad: es adictivo porque es sencillo

Laura, una estudiante de 13 años, cuenta que desde hace un mes en su colegio los llevan todos sus compañeros, aunque no les dejan jugar con los spinners durante las clases: «Solo podemos usarlos en el recreo. Es divertido porque es muy fácil usar. Todo el mundo puede hacer que se muevan. Darle vueltas al spinner relaja».
Miguel Ángel, padre de una niña de 7 años, decidió probar el juguete que llevan la mayoría de los compañeros de su hija, ella incluida, a clase. Esta es su conclusión: «No me parece que tenga nada especial, simplemente es una cosa que gira. Me recuerda un poco al yoyó, que lo único que hacía era subir y bajar. Quizá esa sencillez es lo que lo hace adictivo. Dominarlo requiere pequeños desafíos que uno va superando sin problemas: primero piensas ¿seré capaz de hacerlo girar sin que se me caiga? Y cuando constatas que es la cosa más fácil del mundo, pruebas a hacerlo con cada dedo de la mano. Y por último con la nariz».
Mentira: no desconcentra a los niños en clase
«He tenido que requisar varios en clase. Los niños los usan mientras estás explicando la lección y están más pendientes de cuánto tiempo aguanta el spinner en movimiento que de lo que les estás contando», explica Marta Lozano, profesora del colegio Virgen de Atocha de Madrid. Este colegio madrileño no es el único en el que proliferan estos pequeños juguetes. «En mi clase todos tenemos uno. Si lo sacamos mientras estamos en clase, la profesora nos lo requisa», cuenta María, alumna de primero de primaria.

Julianne Moore y su hija Liv Freundlich, de 15 años, haciendo una parada en el West Village neoyorquino para comprar un ‘fidget spinner’ el pasado 10 de mayo. Cordon
Preguntarse por qué entusiasma tanto a los más jóvenes es inevitable. La respuesta que puede dar una niña de 7 años a esa pregunta también:

«Porque sí. Porque es muy chuli. Porque gira», razona María.

Verdad: su creadora no se llevó un céntimo
Catherine Hettinger (62 años, Florida) creó el fidget spinner en 1993 con el único fin de interactuar con su hija Sarah. Hettinger sufre de miastenia (enfermedad que afecta a los músculos y provoca fatiga) y esta era una de las pocas maneras que tenía de jugar con Sarah. En 2005, la patente caducó y no pudo pagar los 360 euros que costaba renovarla. Casi 25 años después de que lo inventara, se venden miles de ellos al día y ella no recibe ni un céntimo de los beneficios que generan sus spinners. Sin embargo, Hettinger, que ahora podría ser millonaria, no vive torturada por su mala suerte. «Al contrario: estoy muy emocionada de que algo que yo creé tenga tanto éxito. Mi principal motivación nunca fue hacer dinero con los spinner», aseguró la estadounidense a The Guardian.
Mentira: hay estudios que avalan su eficacia.

Muchas de las páginas web que lo tienen a la venta anuncian el spinner como un artilugio «perfecto para la ansiedad, la concentración, el déficit de atención, el autismo, la hiperactividad, el estrés o incluso para perder malos hábitos». Descripción que a los especialistas que hemos consultado no les resulta fiable.
«Para poder considerar un producto como terapéutico hacen falta de cuatro a cinco años de investigación previa. De momento, no hay ningún estudio o informe que avale las propiedades curativas que algunos adjudican a los spinners», señala Álvaro Bilbao. Opinión que también comparte la psicóloga especializada en infancia y adolescencia Cristina García Van Nood: «Lo vi por primera vez hace un mes; ahora lo tienen muchos de mis pacientes, por eso me he informado. No hay ningún estudio científico que certifique su eficacia como tratamiento terapéutico. Y por lo que he visto en consulta es todo lo contrario. Los niños no atienden mientras están jugando con ellos y tengo que pedirles que lo guarden cuando están en consulta. Es totalmente contraproducente».
Verdad: algunos colegios de EE. UU. los están prohibiendo
En España, empezamos a sufrir la fiebre spinner hace apenas unas semanas. Sin embargo, en Estados Unidos comenzó a principios de año y ya empieza a preocupar a los educadores. Son varios los colegios que han prohibido a sus alumnos acudir a clase con estos cacharros. No es suficiente con guardarlos en el estuche y sacarlos durante el recreo. «Los niños en clase no quitaban los ojos de su spinner o del spinner de su compañero, por eso decidimos que lo mejor era prohibirlos», confiesa Meredith Daly, maestra de una escuela pública de Arizona.
La profesora madrileña Marta Lozano no tiene inconveniente en que sus alumnos jueguen con ellos en el recreo, siempre y cuando respeten las normas dentro de clase: «Es un entretenimiento inofensivo. Incluso yo juego a veces con los spinners de mis estudiantes en el patio. Creo que lo realmente importante es poner límites durante las horas de clase. Porque hoy son los spinner, pero mañana será otro juguete nuevo el que traigan y tienen que entender que no pueden jugar mientras explicamos el temario».
Verdad: se puede comprar por solo dos euros
Aparentemente, conseguir un spinner es una tarea bastante sencilla. Si quiere hacerse con uno personalmente, probablemente lo encuentre en el bazar chino de su barrio o en unos grandes almacenes a partir de 2 euros. Si se siente más cómodo con las compras online, en Amazon tienen más de 2.000 modelos de disponibles. El más popular es el de estampado de camuflaje, que cuesta 7,50 euros. En la página web AliExpress también ofrecen una gran variedad.

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