Al igual que hace cientos de años, los naranjiteños celebran hoy la tradicional procesión religiosa en honor a San Antonio de Padua. La misma sale de madrugada desde la capilla del mismo nombre en el Barrio Cedro Arriba, contiguo a Barranquitas, bajando por toda la carretera 152 hasta la plaza pública de Naranjito, en un recorrido que, sin importar el sol, la lluvia o el cansancio, lleva a cientos de personas a pagar alguna promesa hecha a San Antonio o quizá para pedir su interseción ante ante alguna de las muchas dificultades que genera la vida.
San Antonio nació en Lisboa, Portugal en el año 1195 y murió en Padua el 13 de junio de 1231, de ahí el origen de su apellido. Fue un fraile, predicador y venerado como santo y doctor de la Iglesia Católica. El Papa León XII lo llamó «el Santo de todo el mundo» porque por todas partes se puede encontrar su imagen y devoción. Es patrón de los pobres, viajeros, albañiles, panaderos y papeleros. Algunas personas llegan a poner su imagen de cabeza, sin embargo, esa es una superstición y una práctica anticatólica. Mientras en Naranjito, fundado en 1824, «esta procesión se ha llevado de toda la vida», asegura Carmen Alicea, residente en el centro urbano y quien sube a pie al Barrio Cedro Arriba y luego baja con el santo hasta el pueblo. «Yo hago la procesión dos veces», asegura Alicea.
Durante el recorrido, de unas cinco millas y media, los devotos bien van rezando el rosario o entonando himnos en honor a la celebración. Al inicio de la procesión va una imagen de San Antonio que es llevada por cuatro personas que se van intercambiando durante el recorrido. «Esta es una tradición que yo veo con mucho fervor desde que era niña, por la edad no me dejaban participar, pero ya de jovencita bajaba con mi abuela y mis prinas con el santo hasta el pueblo. Recuerdo que de la plataforma donde llevaban a San Antonio salían muchísimas cintas y la gente las llevaba en alto mientras rezaban», cuenta María de Jesùs Rivera, del Barrio Cedro Arriba, quien a sus 67 años participa todos los años.
Una de las curiosidades del evento es que al llegar a la plaza, los feligreses oyen la Santa Misa en la parroquia dedicada a San Miguel Arcángel y al finalizar, a cada persona se le entrega una pequeña hogaza de pan. «Ese es el Pan de San Antonio, y está bendito. Alimenta el cuerpo y el alma», asegura Emilio Alicea, del Barrio Anones, quien espera en un cruce a que pase la procesión para acompañarla. «Antes venía mucha más gente. Son tradiciones que poco a poco van menguando. Pero mientras esté vivo, todos los 13 de junio es San Antonio y mientras Dios me conceda salud, vengo».
Cuenta el santoral católico que el pan que menciona Emilio es sinónimo de caridad. El nacimiento de esta tradición se remonta a uno de los milagros de atribuídos a San Antonio de Padua, que tuvo como protagonista a Tomasito, un niño con poco más de dos años de edad, que se ahogó en un pozo de agua. La madre desesperada invocó la ayuda de San Antonio e hizo una promesa: si obtenía la gracia iba a darle a los pobres el mismo peso en pan que el peso del niño. Y el pequeño milagrosamente volvió a la vida.
En el libro ‘Apuntes históricos del Pueblo de Naranjito’, del historiador Silvestre J. Morales, la tradición de San Antonio en este pueblo de la montaña surge de la familia Martínez, quienes vivían lejos del casco urbano y cumplían fielmente la devoción de llevar una romería al pueblo todos los años, en honor a las gracias y favores concedidos por San Antonio. «En aquellos tiempos no había carreteras y los caminos eran en tierra y en tiempos de lluvia, la procesión se hacía difícil, pero se hacía», apunta Morales. Ahora las dificultades serán otras, pero en Naranjito la procesión de San Antonio se continúa hasta que Dios quiera.