La influencia que ejercen las personas que nos rodean es invisible, pero sus efectos acaban siendo muy patentes a largo plazo. Queramos o no, nuestro entorno más cercano nos condiciona. Cuando estamos junto a una persona positiva y alegre nos contagiamos de sus emociones y nos sentimos bien con ella; esto es debido a las llamadas neuronas espejo, las cuales permiten empatizar e imitar emociones de otros que captan nuestra atención. El problema es que estas neuronas funcionan igual en el caso de un individuo malhumorado o triste, de manera que nos contagia su pesimismo y malestar, afectando incluso a nuestra salud.
Sucede con más frecuencia de lo que pensamos. Es habitual atribuir dolores de cabeza, ansiedad, depresión o trastornos del sueño al estrés al ajetreado ritmo de vida, pero en muchas ocasiones “el origen de estas y otras dolencias está en las personas que nos rodean, individuos tóxicos que pueden ser desde la pareja o un amigo hasta un compañero de trabajo o un vecino”, explica la doctora Marisa Navarro, autora del libro ‘La medicina emocional’.
El estado de ánimo de tu cónyuge influye en tu bienestar, para bien o para mal
Una nueva investigación, ‘Happy you, healthy me?’, publicada en la revista ‘Health Psychology’ y de la que se ha hecho eco ‘The Daily Mail’, aborda precisamente esta cuestión y trata de probar que la actitud de una persona puede afectar al bienestar de otra.
Durante la última década diversas publicaciones han sugerido que la felicidad puede mejorar la salud de uno mismo, pero los autores de este nuevo estudio, los profesores William Chopik, de la Universidad del Estado de Michigan, y Ed O’Brien, de la Universidad de Chicago, querían ir más allá y explorar los efectos que tienen las relaciones interpersonales en el bienestar de otros individuos y, para ello, realizaron un exhaustivo seguimiento a cerca de 2.000 parejas durante seis años. La conclusión ha sido que tener una pareja feliz aumenta las posibilidades de mantener una buena salud; por el contrario, un cónyuge malhumorado, triste o poco empático podría hacer que la otra persona se encontrara mal.
Se preguntó a hombres y mujeres con edades comprendidas entre los 50 y 94 años sobre la satisfacción que tenían con su vida, así como si sufrían de diabetes o cualquier otra enfermedad crónica o qué dificultad tenían para realizar tareas del día a día. “Los participantes con parejas felices tenían una mejor salud, presentaban un menor deterioro físico y realizaban ejercicio con más frecuencia que quienes tenían parejas descontentas”, explica el doctor Chopik, quien añade que hay al menos tres posibles razones por las que tener una pareja feliz podría mejorar la salud, con independencia de la propia felicidad individual.
En primer lugar, las personas estables y contentas suelen ser un apoyo emocional para sus parejas, en comparación con los cónyuges descontentos que son más propensos a estar centrados en sus propios factores de estrés. En segundo lugar, porque son capaces de motivar a otros a participar en actividades y ambientes que promueven una vida saludable, como el mantenimiento de los ciclos regulares de sueño, comer alimentos nutritivos y hacer ejercicio. Y en tercer y último lugar, añade Chopik, “simplemente sabiendo que la pareja está satisfecha con sus circunstancias individuales puede atemperar la necesidad de otros para buscar salidas autodestructivas como la bebida o las drogas”.
Vampiros energéticos en el trabajo
Las relaciones tóxicas no solo se dan en la pareja. A lo largo de la vida es difícil no encontrarse con personas problemáticas, como jefes descalificadores, vecinos quejosos, compañeros de trabajo malhumorados, individuos que producen malestar e incluso pueden llegar a arruinar la vida de un individuo al destruir sus sueños o alejarlos de sus metas. Así define Bernardo Stamateas, psicólogo y autor del superventas ‘Gente tóxica’, a un estereotipo de persona del que todos huyen.
Mireia Navarro, psicóloga y directora del centro El Teu Espai, los llama “vampiros emocionales y energéticos que generan malestar en un grupo y se caracterizan por ser seres envidiosos que critican a menudo, son conflictivos, boicotean el trabajo en equipo y ponen en duda el trabajo de los compañeros”.
En la mayoría de casos, los expertos aseguran que son sujetos con baja autoestima que necesitan la aprobación de los demás, Stamateas los bautiza como “buscadores de miradas y de reconocimiento”. En ocasiones, “cuando ven que es muy complicado realizar un trabajo, por temor a no hacerlo bien y quedar retratados, buscan la manera de que alguien se lo haga y adjudicarse el mérito”, aclara la psicóloga.
Por la consulta de Navarro han pasado varios pacientes bajo la presión de compañeros o jefes tóxicos y la recomendación es siempre la misma. “Marcar distancias, tener una relación estrictamente laboral y, siempre y cuando sea posible, evitar tener contacto con ellos”. Lo más importante, añade, es “no dejarse influir por ellas y no dar pie a sus exigencias. Si te solicitan una tarea que no es de tu competencia, de una forma asertiva hay que decirles que no puedes realizarla”.