Al contemplar el David de Miguel Ángel, lo más llamativo es la perfecta composición que el artista italiano consiguió. Los brazos, las musculatura, la cabeza, el torso… todos está en una harmonía. El conjunto general transmite potencia, serenidad y una masculinidad tremenda. Pero aunque todo está proporcionado, hay una zona de su anatomía que parece más pequeña en comparación con el resto de la figura: los genitales.
Y esta obra no es la única en la que esto ocurre. En multitud de estatuas clásicas o del Renacimiento los penes parecen bastante más pequeños de lo que deberían ser. Y no es por una cuestión de mojigatería o de pudor.
La página web How To Talk About Art History dedica un interesante artículo sobre este asunto y da una respuesta al misterio. El origen de los órganos viriles de tamaño reducido en el arte está en las esculturas griegas, que posteriormente influyeron sobre el arte romano, el Renacimiento y el Neoclasicismo.
Al contrario de lo que sucede hoy en día, en la que la sociedad está obsesionada con el calibre grande de esta parte del cuerpo, en la Grecia clásica, se valoraban más los tamaños reducidos. Tener un pene grande era una característica asociada a la vulgaridad, a la falta de inteligencia y de cultura, y a la brutalidad.
Por eso en las esculturas griegas en las que se ven personajes con enormes genitales suelen ser de sátiros -figuras mitológicas que seguían al dios Dionisio y que se caracterizaban por su fealdad- y composiciones dedicadas a Priapo, el dios de la fertilidad, que era feo e impotente, a pesar de tener una erección continua.
El ideal en Grecia era un hombre culto, intelectual y autoritario. Y el tener el pene pequeño en un estado de no erección era una muestra de su capacidad de autocontrol y de su frialdad de mente.
Durante el Imperio Romano desapareció la mala prensa de los penes grandes, pero se mantuvo la tradición del minimalismo de esta parte del cuerpo, al igual que en épocas posteriores. Por eso, la escultura del David es así.